martes, 26 de marzo de 2013

RECORDANDO LA MUERTE DE JESÚS


           En este tiempo el mundo recuerda la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, que es llamada la Semana Santa, y en estas celebraciones podemos recordar los sacrificios que ofrecía el pueblo de Israel en los tiempos antiguos, la semana santa es una imagen viva de aquel pueblo que venía una vez al año para traer ofrendas a Dios para remisión de sus pecados. 

·       Éxodo 30:10 “Y sobre sus cuernos hará Aarón expiación una vez en el año con la sangre del sacrificio por el pecado para expiación;  una vez en el año hará expiación sobre él por vuestras generaciones;  será muy santo a Jehová”.

·       Levítico 16:30 “Porque en este día se hará expiación por vosotros,  y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová”.

          El pueblo de Israel recibía perdón por su pecados, se limpiaban y se iban, pero continuaban nuevamente viviendo una vida llena de pecados y así venían cada año.

          Por esa razón Jehová envió a su hijo a morir en la cruz, ofreciéndose a sí mismo como sacrificio vivo, como un cordero sin mancha, Santo y Puro, para remisión de nuestros pecados; su sangre nos limpia y santifica, pero no podemos continuar siendo los mismos, porque la palabra nos enseña que Jesús se dio una vez y para siempre, y si seguimos pecando ya no hay más sacrificio, esto lo dice la palabra de Dios en la carta a los Hebreos capitulo 10, versículos 26 y 27, “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad,  ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio,  y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”.

          Esto significa que una vez perdonados nuestros pecados ya no podemos seguir cometiendo el mismo pecado siempre porque el sacrificio por ese pecado se ofrece una sola vez, sin embargo Dios en su inmensa misericordia no desprecia un corazón contrito y humillado, por eso nos invita a no volver a pecar, sino a cambiar, esto lo vemos en el Evangelio de Juan 8:11 cuando le dice a la mujer ramera que no peque más, “... Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno;  vete,  y no peques más”.

  • Hebreos 10:16-18  “Este es el pacto que haré con ellos.  Después de aquellos días,  dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones,  Y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.  Pues donde hay remisión de éstos,  no hay más ofrenda por el pecado”.

          Algunos creyentes prefieren creer que la salvación no se pierde, porque se recibe de gracia y no por obras, Efesios 2:8-9 dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe;  y esto no de vosotros,  pues es don de Dios; no por obras,  para que nadie se gloríe”. Pero la palabra también nos enseña que debemos perseverar y esforzarnos para entrar por la puerta angosta porque amplio es el camino que lleva a perdición (Mateo 7:13-14 “Entrad por la puerta estrecha;  porque ancha es la puerta,  y espacioso el camino que lleva a la perdición,  y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta,  y angosto el camino que lleva a la vida,  y pocos son los que la hallan”).  Podemos ver claramente un llamado a cuidar nuestra salvación, la palabra nos insta a esforzarnos y a no retroceder, y esto para mí es un fuerte indicativo de que sí podemos perder nuestra salvación si no llevamos una vida de obediencia y santidad, Hebreos 10:38-39 “Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere,  no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición,  sino de los que tienen fe para preservación del alma”, esta cita es muy clara al hablar de que el creyente que retrocede lo hace para perdición, es decir que puede perder la salvación y dice la palabra del Señor en Apocalipsis 3:21 “Al que venciere,  le daré que se siente conmigo en mi trono,  así como yo he vencido,  y me he sentado con mi Padre en su trono”.

          Muchas veces creemos que el que se va de la iglesia, ese es el único que se aparta de Dios y que retrocede, pero aquel que no se aleja del pecado y viene a la congregación cada semana también está retrocediendo porque de esa forma y en esa condición no puede avanzar ni puede crecer espiritualmente, y es peor para él según nos enseña la palabra de Dios cuando nos dice que no es ni frio, ni caliente, en Apocalipsis 3:15-16 “Yo conozco tus obras,  que ni eres frío ni caliente.  ¡Ojalá fueses frío o caliente!, Pero por cuanto eres tibio,  y no frío ni caliente,  te vomitaré de mi boca.

          En estos días vemos templos llenos de personas rindiendo culto de idolatría y adoración a ídolos falsos e imágenes, van tras ellos, tras  las procesiones, y Dios dice nos dice en su palabra lo siguiente en Isaías 46:5-9 “¿A quién me asemejáis,  y me igualáis,  y me comparáis,  para que seamos semejantes? Sacan oro de la bolsa,  y pesan plata con balanzas,  alquilan un platero para hacer un dios de ello;  se postran y adoran. Se lo echan sobre los hombros,  lo llevan,  y lo colocan en su lugar;  allí se está,  y no se mueve de su sitio.  Le gritan,  y tampoco responde,  ni libra de la tribulación. Acordaos de esto,  y tened vergüenza;  volved en vosotros,  prevaricadores. Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos;  porque yo soy Dios,  y no hay otro Dios y nada hay semejante a mí”. 

          Vemos un pueblo que viene cada año y hace lo mismo y luego se van y se olvidan y continúan una vida alejados de Dios completamente, llenos de ira, enojo, contienda, envidia, es decir, haciendo las obras de la carne,  Gálatas 5:19-21 “Y manifiestas son las obras de la carne,  que son:  adulterio,  fornicación,  inmundicia,  lascivia, idolatría,  hechicerías,  enemistades,  pleitos,  celos,  iras,  contiendas,  disensiones,  herejías, envidias,  homicidios,  borracheras,  orgías,  y cosas semejantes a estas;  acerca de las cuales os amonesto,  como ya os lo he dicho antes,  que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.

          Los creyentes estamos llamados a vivir una vida apartada del pecado, a dejar las obras de la carne y a vivir en santidad cada día, no se trata solo de una semana, se trata de toda una vida de obediencia, de temor a Jehová, de santidad, justicia, humildad, obediencia y amor, una vida por el Espíritu y para el Espíritu (Gálatas 5:16 “Digo,  pues: Andad en el Espíritu,  y no satisfagáis los deseos de la carne” y Gálatas 5:25 Si vivimos por el Espíritu,  andemos también por el Espíritu”).  Jesús nos manda a ser santos como Él es Santo, 1 Pedro 1:16 “porque escrito está: Sed santos,  porque yo soy santo”.